Parada Gay-2815

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo
Fotos y vídeo Herminio Rodríguez
De la Redacción de Estruendomudo

I. Salir o no salir a la marcha, ése es el dilema.

En San Juan se marcha de un punto a otro de la calle. Se pasea uno. Se exhibe. Se deja ver el cuerpazo ante el país que está observando. El mundo, más bien, porque la tradición de caminar en masa en junio para dar plumero gay pintado con los colores arcoíris del orgullo –cadera, cadera/pelo, pelo–, a través de la televisión y los smartphones, se celebra en miles de ciudades.

A marchar por el orgullo gay y por el fin de la ignorancia.

El resultado de esas imágenes, montadas en reportajes –posteados y reposteados hasta la náusea del send— son espejo, pensaste, son termómetro, son las postales del estado de la cuestión de las minipasarelas en las que se transforman los clósets de cada cual, ya sea L, G, B, T, T o Q, –con su larga cola hecha una etcétera– a medida que la gente va saliendo. Pero, ¿quiénes salen y a dónde?

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El origen, la raíz; los viejos que dijeron ya basta de lutos y barbarie hetero a mitad del Siglo XX: presentes.

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Los rockeros anarcos, post-esteticistas del punk libertario y caótico, que dijeron ya basta de normalidad: presentes.

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Los políticos inconformistas, que desde las entrañas de las tres cabezas del estado dijeron ya basta de silencio y exclusión: presentes.

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Los valientes seres del performance queer {transgéneros} {transformistas} {transexuales} que dijeron basta a la representación forzosa de la inmutabilidad de lo masculino y lo femenino: presentes.

Le hiciste esa pregunta al fotógrafo la noche antes del evento que ocurre hace 24 años ininterrumpidos (a pesar de los intentos de prohibirlo) los primeros domingos de junio en la avenida Ashford de Condado, mientras los dos planificaban por teléfono la estrategia de ataque.

Para él y para ti se trataba de una pregunta fundamental y rompehielo que de ordinario se hacen previo a cada reportaje del proyecto de las fotocrónicas bestiales pero, ese sábado sereno en augurio de fiestón masivo, la contestación no se te acababa de escurrir de los labios. Te abrumaban el tema y las circunstancias.

El dilema, molestia aparte,

consistía en marchar como gay (however you do that) y, al mismo tiempo, periodista. La vaina periodística no sólo podría restarle placer y morbo a la experiencia de activismo y relajo a la que te entregabas esos días de verano sino que suponía que tenías que enfrentar la presión del recuento certero y detallado de esa actividad tan emblemática.

Mientras el hombre te iba convenciendo de que hicieran esa crónica yéndose hasta abajo, olvidándose de semejante meta tan épica como absurda y,

en lo bajo ya, poniendo el dedo en todas las llagas del prejuicio supurante y desinfectado,

tal y como lo habían hecho siempre, tú ibas bajando varias botellitas de agua e ibas preparando el outfit para la aventura, incluyendo el bloqueador solar, para que el castigo físico al que te ibas a someter por pura pulsión mediática y masoquismo documentalista fuese menos. La idea era que tenías que hidratarte si no querías destruirte trabajando, y mucho.

También tenías que prepararte mentalmente para, al día siguiente, poder sobrevivir los cantazos de los gemelos terribles que andarían sueltos, jodiendo el parto y partiéndose, desde la salida en el Parque del Indio hasta la llegada en el Parque del Tercer Milenio.

¿Quién les teme a los gemelos del orden y del caos?

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Herminio se encargaría de velar por el del caos y tú por el mellizo del orden –fantasearon por un rato– aunque rectificaron rápido y pidieron cacao en plena conversación telefónica postdesayuno a las ocho y media de la mañana de aquel domingo: no hay posibilidad alguna de zanjar esas diferencias en medio de semejante despelobollete.

II. Otra visitación a los rituales del caos

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La Plaza del Indio estaba llena de gente aglomerada que se refugiaba del sol debajo de la sombra de los almendros y los úcares mientras escuchaban la arenga de avivamiento al ritmo de Boy George y un soundtrack no muy gregoriano que digamos que provenía de las tumbacocos. Recibían las instrucciones de los miembros del Comité Organizador de la actividad, convocada por la Coalición Orgullo Arcoiris. Pasaban lista de las organizaciones participantes utilizando un megáfono e indicaban en qué orden y manera era que se iba a marchar, entroncando de ese modo la “mariconería” y la “buchería” rampantes e indómitas con la mejor tradición del avivamiento politiquero o religioso antes del rally o de la concentración.

Bitches, are your ready to rumble?

Mientras volaban las órdenes, las consignas y los avisos de rigor, y se les hacían consultas logísticas a los guardias municipales con pantalones ajustados y pitos listos para regular el tránsito de carros y seres híbridos, incluyendo perros de toda raza, guarecidos debajo de los árboles de María, te diste a la tarea del farandulero protocolar y amistoso, saludando y “reconociendo la presencia” de la plana mayor del “who’s who” del movimiento gay de Puerto Rico: Concra, Iglesia Cristo Sanador, Cabe, Coaí, Fundación de Derechos Humanos, Amnistía Internacional y muchas otras organizaciones solidarias.

“Compañeros y compañeras, los necesito fuera de la calle”… y es ya, porque las autoridades garantizaron el flujo vehicular y el alargamiento del comercio interestatal en la Zona T.

Los activistas abogados (debo escribir también, por decreto antilingüístico, las activistas abogadas) se confundían en abrazos fraternales y golpes de pecho con los activistas psicólogos; y los activistas pastores besaban a los activistas políticos; y los activistas trabajadores sociales conversaban con los activistas líderes comunitarios; y los activistas salubristas les solicitaban llenar encuestas y participar en estudios sobre enfermedades de transmisión sexual a los activistas rasos; y los activistas rasos hacían número y multitud de “representados” o “constituyentes” haciendo de todo tipo de desarreglos y espavientos para que los pensadores traten de descifrar la pregunta de los cuarenta y cuatro mil:

HELLO DARLING, ¿PUEDE EL SUBALTERNO HABLAR? ¿Portavoces, anyone?

Era la hora del choteo, del MERA muchacho, ¿qué tú haces por aquí?; del tanto tiempo sin verte y nos venimos a encontrar DE CASUALIDÁ en este gentío;

del mijaaaaa…, loca contrayá, ¿cómo tú has estado?, ¿qué hay de tu vida?

Escupe veneno, ¿y tu novio, dónde lo dejaste, canto ‘e puta? Tú a la verdá que eres bien fregá. │Te cogí!

–Jajajajaja, tú siempre tan boquisucia, charlatana, déjame vivirrrr y no preguntes tanto.

(Aparte, para sí mismo, le dice y la tacha de distinguidísima y nunca bien ponderada loca PICÚA, LOCA gritona, LOCA culicagá. Tras de vieja, maricón; y tras de maricona, presentá). Hay un odio de cariño que se destila “inofensivo”, que es un juego macabro al escondite con el ser y la nada, ujum, y que es la hiel de las luchas intestinas de las que no se quiere hablar. Sólo censurar, eso sí. Y con un clase de guille, chachhhhhh…

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Más allá y más acá del “chachhhh”, del “mija, estás destruida”, del shade destilado por tanta lengua viperina junta, los marchantes se distendían en una camaradería relax y postjerárquica cuya soltura era propiciatoria de ajustes y retoques en indumentarias incompletas, “outfits” casuales contra el calor y la humedad, sombreros ridículos, gafas raras, mahones cortados, tenis con cascabeles, emperifollamientos o gangarrias rimbombantes o tímidas, pero siempre kitsch y con signos distintivos del mejunje queer (una media aquí, una corbata allá, una pieza con mensajito oficial o bien una t-shirt alternativa: nada más y nada menos que la “pink-Betances t-shirt” (¿qué se creen ustedes?, adiós cará) con el slogan decimonónico y parisino que leía de la siguiente forma y manera (lo juro):

“NO ESTOY HECHO PARA CONFORMARME CON LA INJUSTICIA”,

y cuyo estilo warholiano y campy fue perfectamente tolerado por los “pepeteros” barbudos y purpurados allí presentes, militantes del Partido del Pueblo Trabajador (PPT), entre otros realengos de las izquierdas heterogéneas.

No tuviste que indagar mucho en el display de indumentarias, disfraces y accesorios para concluir que tenían el propósito fundamental de llamar la atención y mostrar sin pudores moralistas ni burgueses high end los colores comunitarios: de la cafrería pobretona a la changuería, un tanto más sobria, del “buen vestir”… [prohibido olvidar los Outlets de Canóvanas] tod@s iban con máscaras; con una segunda y una tercera y hasta una cuarta piel.

Esto incluía, pero no se limitaba a, la ristra de fetiches y amuletos que han acumulado por décadas en el baúl de la fantasía las subculturas, los corillos, los bonches y subcategorías del

cuero,

los osos peludos,

las dragas,

la subcomunidad Bare Back Proud and Milking,

la trans,

los machotes sin causa,

las doñis firulísticas y no por ello menos machúas (borra, borra DELETE),

los bugarrones,

las “botonas poderosas” en pro de la equidad de todos los orificios,

la trans (sí, repetiste),

los “discretos” en la calle pero desatados en la red social “de patos” Grindr y en la cama,

las “feminazis”,

las aterciopeladas fem fem fem,

los sidosos, sifilíticos, ladillosos, [+] {pa’l callao y muerte al chota}

las “butch queens”,

las “regular queens, si eso es posible,

los positivos [+]

los negativos [-]

la trans (otra vez),

las “musculocas”,

las “bichas ponkas”

señoritas y señorísimas señoronas

o la viceversa y la contra de todas las especificidades anteriores,

sin especificar porcientos de fobia interna

y pensaste que todas las enumeraciones son problemáticas y que, como problemáticos al fin:

los nombres y los sobrenombres sueltos, las nombras y las sobrenombras, corriendo desaforadamente y sin capota por la avenida, “abolían toda distancia entre los individuos en comunicación, liberados de las normas corrientes de la etiqueta y las reglas de conducta”;

que es exactamente lo que hay que hacer los días de parada de orgullo.

Y dijiste, en un estruendomudo, bajo el hacha del indio americano que lo presidía todo con poderío anacrónico y halo espiritista; mirando muy seriamente los subibajas y los banquitos de la placita donde las mucamas pasean a los niños y enfermos de la clase alta playera, todos los días, después de las tres de la tarde [Rant Alert]:

Chorro de charros regañones y agriaus, déjenles la censura del lenguaje a Morality In Media y a la Iglesia, por favor.

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Otras marcas,

no ya de la bestia, sino de las clasificaciones del estado de bienestar estreñido y hambriento de fondos federales para comprar condones, hacer pruebas de VIH y otras ETS, brindar servicios de salud y financiar campañas sobre la equidad de género y a favor del arte queer (you wish, ilusa), grafitearon el ambiente con la seriedad reflexiva que se merece el acto de leer y firmar en la acera proyectos de ley por petición que archivarán en el Capitolio de Puerta de Tierra, encuestas para importantes estudios científicos universitarios y listas de cotejo o censos de programas gubernamentales reguladores; encargados de velar por la disciplina biopsicosocial de sus participantes, porque ya lo dijo quien lo dijo: “Algo es algo”… y no pregunten.

Viene, viene. Gente, por favor, tumben el relajo. “Let’s not get loud”…yet, dijo tu voz interior en ese momento, como decían los negros alborotados de Harlem, cuando se peleaban y hacían un llamado general a los duelos de “shade” o “vogueo”, en los famosos balls nuyorkinos. Remember: Voguing is like a sefe form of throwing shade.

Mordidas por el deber patriótico, convocadas por la urgencia de participar en la construcción de la nueva sociedad prometida de tacas y pelucas bajo el equal opportunities regime,  atosigada a golpes de centella pero con reguetón de fondo, aquellos “relevos” fueron firmados por las dragas atrevidas que se dejaron ver tan temprano ese día, a pesar de la resolana castigadora –considerando que la noche favorece tanto a LAS VESTIDAS, wiii.

Dieron pelo y dieron cara. Asumieron, full, por unos instantes, el rigor de las damas cívicas cortadoras de cintas en lobbys de hospitales pedriátricos sin reprocharle nada al astro universal porque, después de todo, quedó meridianamente claro que, en materia de servicio comunitario y voluntariado para bregar con la tusa y la ralea; los desposeídos y los parias… el sol sale para tod@s.

En plena reconstrucción teatral de la rúbrica que estampó Angelina Jolie en la forma de la solicitud de adopción de su vástago, promulgada y provista por el Reino de Camboya, las coronadas dragas aquellas (nunca mejor dicho, morning drag queens) manipularon con gracia abanicos para no sancocharse y jamás perdieron ni el caché, ni el garbo, ni la categoría plus. Suscribieron los documentos del Estado y el papeleo del tercer sector convencidas de que, según exige el Manual del Perfecto Activista Puertorriqueño, una tiene que jondearse en los laberintos de la burocracia para lograr “el cambio” porque no todo en la vida puede ser rebulear con las malas juntillas y romper cuerpos deseantes en discotecas o saunas.

FIRMEN AQUÍ, NO SEAN IGNORANTES

Además de las antedichas divas, firmaron

los young professionals,

los “cafres de caserío”,

los pequeños empresarios,

los que no tenían vela en ese entierro

los universitarios

las trabajadoras de cuello azul;

en fin, todos los sedientos de paz y de justicia que estaban available y dijeron YO MARCHO, YO DOY CARA Y DOY MI CORAZÓN

menos los comemierdas ausentes,

busco varoniles / discretos / soy callao / macho pa macho solamente, no gordos ni viejos

los closeteros

y los vagonetas indiferentes

o excuseros,

bocabajo,

..there comes the republican [latin] faggot…

que no fueron ni irán, porque para ellos eso de marchar no es ni sexy ni provocativo,

NI RENTABLE,

NI VIABLE,

compromete su privacidad, en una islita donde todo el mundo se conoce y todo el mundo está loco por señalar y censurar, SALIR TIENE UN PRECIO DEMASIADO ALTO QUE NO TODO EL MUNDO QUIERE PAGAR.

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El liderato de la mega agenda gay (la madre de todas las agendas, según el enemigo) y el boxeador Orlando “Fenómeno” Cruz, junto a Pedro Julio Serrano, les dieron declaraciones a la prensa light que, como todos los años, buscó sin mucho esfuerzo –ni fajarse tanto– palabras bonitas para citar sobre los valores socialdemócratas y socialcristianos de la marcha.

Porque, después de todo, todos somos seres humanos y seras humanas. Para que el mundo lo sepa, estamos aquí por el advenimiento de la igualdad, para exigir respeto. Basta ya de discrimen. Distinguidísimos colegas, repito el lema de la marcha del 2014: “Una lucha, muchas historias” y pregunto, #pensandoyoacá, ¿dónde están esas historias? Déjenme saber. Coquí. 

Los portavoces y las portavozas engolaban sus discursos de convivencia civilizada para los medios entre

la horda maldita y (versus) la mayoría decente. Se puede convivir. Todos somos…

La orilla quería decir que se quiere integrar a la masa, ¿o es que decía, en efecto, que la masa tenía que entender que la orilla somos todos? ¿Qué clase de revolú es este en el que estamos metidos?

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La negrota representante del folklore de mayor tradición exhibicionista de carnes “sudadas y apelotonadas”, al decir de Luis Rafael Sánchez, era de las más claras que estaba en medio de aquella ceremonia ancestral que se remonta a la Edad Media.

No había duda alguna en la mirada, ni en la sonrisa bajtinianas de aquel mujerón violáceo: la parada de orgullo gay es una de las mayores celebraciones de la cultura de la calle, de la plaza pública y del humor popular.

La parada de orgullo gay, es hora ya de gritarlo a los cuatro vientos y entenderlo con honestidad intelectual, si alguna queda en medio del relajo de autocomplacencia comunitaria, es un soberano, insumiso y subversivo CARNAVAL.

“A diferencia de la fiesta oficial, el carnaval era el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes. Se oponía a toda perpetuación, a todo perfeccionamiento y reglamentación [incluyendo la del Comité Organizador, incluyendo la del ‘movimiento/político/gay’, incluyendo la de esta crónica rabiosona], apuntaba a un [fucking] porvenir aún incompleto“, explicó Miguel Bajtín hace un montón de años.

III. Un carnaval chiquito, pero juguetón

“Cada uno tiene su marcha”, recordaste aquella frase de la socióloga Madeline Román. Cada cual tenía su mínima razón impura para comparecer, decir y desdecirse sobre la brea, delante de sus pares y testificar

YOU ARE A HOMO

y sumarse, eso sí, muy diferenciada acá en la pequeña isla de las razones primermundistas que se sacan a pasear como pavos reales en las paradas de las grandes ciudades o megalópolis de primer orden.

Porque más allá que acá se hacía bonche y se hacían los números o las cuotas de asistencia antes, durante y después de meterse drogas legales e ilegales, poppers, comprar parafernalia identificatoria (labels), dejarse ver en público como parte de un package de tour turístico o una promesa con vocación utópica, con selfie incluido, y anonimato prácticamente asegurado en cuanto a los papás y las mamás y los panas estréit que se dejaron en Arkansas, Maricao o Caguas y, por supuesto, con algún resquicio digital fotografiado, que indique para Twitter o Instagram: “Chulandro was here“. O sea, en las cercanías del hotel La Concha, la Quinta Avenida, las sagradas cunetas de Chueca, la Opera de Sydney de fondo… y conseguir

“un numerito” que esté bien bueno para algún que otro encuentro sexual furtivo, agarre, roce o, porque lo que es igual no es ventaja, para echarse la soga al cuello. “Una nena con actitud, inteligente, pícara soñadora y en shorts que me seduzca y que me invite a jugar voleibol, a que coja p’a su casa y a irnos de crucero juntas”. Mi novia, mi compañera.

MI MUJEL,

es mi mujel… “yo la escogí, una entre mil” y entonces, en pleno Mediterráneo Mare Nostrum, el navío extraviado del gallo salsero se estrella contra la ínsula de Lesbos y ningún portavoz ni maestro de ceremonias sabe qué es lo que va a hacer, exactamente.

Nosostras nos conocimos el día de la Parada, e hicimos pal de “maldades” en el baño de la Ventana al Mar… imagínense ustedes cómo fue que empezó esto. (False Quote).

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¿Una vez fuera del clóset, cuántas otras veces uno tiene que salir?

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Hasta que la muerte nos separe. Porque con la boca es un mamey…

…y a ese marchante con cartulina conmemorativa o álbum de bodas ambulante y a su marido, como se ve claramente en la foto de arriba, la provincia canadiense de Ontario le dio la licencia para amarse y respetarse como cónyuges, para todos los efectos legales, en el 2007.

Pero ese papel no sirve aquí, para ninguno de los fines legales pertinentes ni reclamados.

I WANT TO BE MARRIED IN CHURCH AND IN WHITE, decía recostada en el camastro, con un jump-suit ochentoso, y jugando con un collar de perlas de embuste, la recordadísima y flaquísima diva Octavia Saint-Laurent.

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Las familias “straights”, hechas y derechas, también marcharon, o simplemente sus componentes simplificados (valga el pleonasmo) por la propaganda cristera fundida en bronce en el Monumento al Jíbaro de Cayey, o sea papá, mamá e hijos, esperaban a los marchantes “en las orillas”, porque las aceras y las entradas, vestíbulos y jardineras de los negocios del área, restaurantes, hoteles, farmacias, se constituían en las zonas francas del

YO NO SOY GAY, pero los apoyo: DIGO PRESENTE.

Pasar casi desapercibidos por el ladito, ligar-se a la multitud desde cierta distancia, saludar desde lo alto del seto, más arribita de la cuneta, virarles la cara a dos o tres; aparentemente todo eso y más ponía a los “estreits” en otra perspectiva excluída del bonche. Pero esa separación era puramente ficticia.

Las entradas y las salidas desde la calle hacia la acera, o viceversa, de los protagonistas del Carnaval de Sodoma, al decir de Pedro Antonio Valdez y Arturo Ripstein, y de los co-protagonistas “no-del-todo-queer” conllevaban

una contaminación y un embarre de posiciones, cuerpos contra cuerpos, señas contra señas, que hacía indisolubles, frágiles y contingentes las pequeñas fronteras o refugios que cada cual se inventaba en su propia loseta para distinguirse del resto.

Al igual que muchos, tú no marchaste detrás de un cruzacalles sino detrás de dos o tres cruzacalles y de ninguno en forma fija. Con el fotógrafo, te adelantabas y te atrasabas, confundiéndote entre estampas caleidoscópicas y microhistorias ambulantes sin pie ni pisada, pausando para ir al baño en Pinky’s, para quejarte por las esquinas, hacer comentarios impertinentes o para escuchar con disimulo un cuento inverosímil que resumías en dos líneas en el Iphone.

Los pasadizos laterales, simulacros de túneles de la neutralidad construida, te facilitaron la tarea de espiar al prójimo, presenciar contactos que supuestamente se reservaban para el margen [pero a la vista de todos], mandar mensajes no-verbales de lascivia y reciprocarlos o bloquearlos, exponerte al escrutinio de los que te devolvían el atrevimiento porque también escrutaban, interpretaban, rumiaban venganzas y contestaciones contra los interpretadores, los presentaos y los preguntones. TIRA Y TÁPATE.

Ay, chus. EL DÍA DE LA PARADA ES EL DÍA ideal PARA {GAY o ESTREIT} POSICIONARSE [BENT] y QUEDAR LEÍDO

Parada Gay-2856

Mientras tanto, el verdugo simbólico de los sodomitas se integró al carnaval y la calle se tornó verdaderamente antillana y encendida. Los dardos envenenados que lanzó como signos sobre una pancarta, aprovechándose de un verso revelado del anciano profeta Isaías, se diluyeron en la intertextualidad queer.

Todo el mundo “se enderezaba”, mostraba los colmillos y “sacaba cojones”, al pasar frente al famoso perseguidor iracundo y homofóbico, que paradójicamente ese día –como todos los años– permanecía en silencio, como un poste o una estatua.Parada Gay-5318

La comparsa dedicada a la matria, la comparsa de los cristianos LGBTTQ y el vozarrón imparable de la causa del matrimonio egalitario, amplificado por la licenciada Ada Conde, el vocerío de los activistas rasos,

el enorme falo ambulante hecho en forma y tela de peluche, al que “le guindaban las bolas” mientras marchaba “dando felpa” [True Fact, miren bien la foto de abajo, DENLE CLICK PARA AGRANDARLA. Maldito WordPress que la corta, para acabar de completar la molestia del fotógrafo], como las representaciones clásicas de los falos que adornaban los pórticos de las casas de campo en Pompeya, propiedad de los patricios del imperio romano,

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cada cual con su propio grito no filtrado por correcciones políticas que se dejan para los recintos marmóreos,

cada cual absorvió, sólo por un instante, el líquido significado de la violencia moral y su viscosa moralina supurante.

Tiempo después, los peligros de la vida sin condón, a cuero pelao; la sangre derramada de los abusados y asesinados por los homófobos como Jorge Steven y el miedo inconmensurable que subyace todos los bandos, (bullies y antibullies) continúan haciendo lapacheros y estragos.

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A las doce y cuarenta y cinco, casi la una, ya habías atravesado el minisambódromo de la Ashford y te habías bebido dos botellitas de agua: antes y después de entregarte a un portapack de Gasolina con sorbetito rojo, por aquello de ir al paso de los Populares LGBTTQ, antes de cruzar el Puente Dos Hermanos, sobre cuyo maquinón con bocinas estaban encaramados los tres jinetes de las políticas públicas pro gay del cuatrienio alejandrino: los senadores Ramón Luis Nieves, Manuel Natal con los mahones abombachados y la alcaldesa de la capital, Carmen Yulín Cruz.

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La otra cara de la moneda la tiró la discoteca La Jirafa Verde, que anunciaba, (como también se anunciaban entre los marchantes otras barras del ambiente) sus noches de pasión y remeneo desde una carroza ambientada a modo de jungla sobre la cual bailaban varios strippers macizos enmascarados y nuestra draga de escándalo, April Carrión, quien nos representó [diganamente, como pueblo, diría la alcaldesa] en el concurso televisivo Ru Paul’s Drag Race.

“Llegamos y ya yo estoy mala”, dijo por los altavoces la transformista Zahara Montiere

Entre el bailoteo, el estetamiento, el culipandeo, el batiburre de chichos contra músculos y la jartera de las pupilas y los oídos intervenidos por la alegría, los segundos de descojón y el relajo, que recogían la agradable forma de protestar boricua,

la arrabalera y nunca bien encasquetada, parejera “LUCHA” puertorriqueña, sin separación abismal sino pacto informal de serenidad postmuñocista y populete [sic.] entre los revolucionarios y los funcionarios del poder –visibles e invisibles– a la cabeza y al costado de la marcha,

llegaste esbaratau y contento al Parque del Tercer Mileno, detrás del Escambrón, una hora más tarde.

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Los chamaquitos y las chamaquitas iban tomando con calma el área verde frente a la tarima y los viejos marchantes se fueron quedando, con la lengua afuera, entre las ruinas del Normandie y las veredas de los jardines escultóricos con los próceres criollos entre las enredaderas salitrosas del parque Luis Muñoz Rivera.

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Comían helados de coco y piña, se echaban agua por encima, decían hasta aquí llegamos, para allá con esa muchachería yo no voy, eso es un desorden, y muchos daban la vuelta para comerse algo en las cafeterías dominicanas de Miramar, sus pizzerías upscale con nombres milaneses matizados por el sabor nuyorko de La Putanesca o regresar a los carros que habían dejado más temprano en el trayecto.

Otros, los más hardcore de la vieja guardia, se acercaron, compraron chucherías y artesanías en los kioscos y las mesas que estaban debajo de la carpa, se dieron par de cervecitas o trancazos y fiestaron hasta que Colón bajó el dedo; como si nada.

Los jóvenes se fueron relajando como en festival playero boricua-bestial auspiciado por Palo Viejo en balneario del este o el oeste, o fiesta patronal,

y ya a las dos y media de la tarde estabas, al igual que ellos, lo suficientemente lubricado y en posición para celebrar a plenitud el party final.

La solutura de los novios había llegado a su máxima expresión pública, el junte de los panas se había consolidado luego de haberse dicho hasta perros muertos y haber tripeado de lo lindo calle arriba y calle abajo, los niños de las familias gays y de las familias estreits estaban cansados pero ready to rumble, y de momento en tarima apareció la artista Angelis Serrano interpretando un medley de Selena Quintanilla Pérez.

Entonces fue que el monstruo de la multitud se erizó del todo y rugió al son de la música de la atormentada difunta. Hasta el menos activista raso y clandestino cantó con ella a boca de jarro ese himno de todos los “putos” hispanoamericanos titulado “Amor Prohibido“… porque somos de distintas sociedades… ou, ou, ouu, baby.

Después del coro y los himnos de apoderamiento y nostalgia de aquella santa pop, uno de los organizadores, con falda de tabletas con print de cuadros escoceses, llamó al orden (otra vez) porque iban a comenzar los actos protocolares. Se leyó, íntegra –con puntos, comas y suspiros– la proclama oficial y oficialista, emitida por la Asamblea Municipal de la Ciudad Capital, y se cuchicheó por lo bajo todo lo que se tenía que decir al vecino y a la vecina y al de atrás y al de alante

ESCUCHASTE CLARAMENTE UNA CONTRALLAMADA AL ORDEN: “CABRONA, NO JODAS”.

mientras los activistas históricos, los seniors del orgullo gay, recibieron en nombre y en memoria de ellos, de mí y de ti, amigo lector, sí de ti mismo, el pergamino encuadernado que intentaba contener, en dos mil palabras y varios POR CUANTO tantas luchas y tantas historias.

VEA EL VÍDEO DE LA CELEBRACIÓN FINAL

Dato curioso. Calce: En los contextos artísticos de la comunidad LGBTTQ, en las tarimas o industrias creativas gay dejadas de investigar por las comisiones culturales, se les “ponen” pesos y billetes a los artistas imitadores o intérpretes en señal de aprobación y admiración por su trabajo.

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Post Data y Calce: La transformista Adi Love, con un “estoqueo” impresionante [THAT FLAT LOOK], expande sus brazos ante la colorida multitud, en su mayoría jóvenes, que avivaron su presentación en la fiesta final de la XXIV Parada de Orgullo Gay, celebrada en la ciudad de San Juan (2014).

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